Marc Augé, el padre de los no lugares.
Vamos a definir a la antropología como una ciencia integradora que estudia al hombre en el marco de la sociedad y cultura a las que pertenece y, al mismo tiempo, como producto de las mismas. Además se la puede definir como la ciencia que se ocupa de estudiar el origen y desarrollo de toda la gama de la variabilidad humana y los modos de comportamiento sociales a través del tiempo y el espacio.
Marc Augé acuñó la frase "no-lugar" para referirse a los lugares de transitoriedad que no tienen suficiente importancia para ser considerados como "lugares". Los no lugares no existían en el pasado. Son espacios propiamente contemporáneos de confluencia anónimos, donde personas en tránsito deben instalarse durante algún tiempo de espera, sea a la salida del avión, del tren o del metro que ha de llegar.
Los no lugares serían entonces series idénticas, reproducidas modularmente en cualquier lugar del mundo, sin raíces que lo vinculen a su territorialidad.
Apenas permiten un furtivo cruce de miradas entre personas que nunca más se encontrarán.
Los no lugares convierten a los ciudadanos en meros elementos de conjuntos que se forman y deshacen al azar y son simbólicos de la condición humana actual y más aún del futuro. El usuario mantiene con estos no lugares una relación contractual establecida por el billete de tren o de avión y no tiene en ellos más personalidad que la documentada en su tarjeta de identidad. Atento al uso de las palabras, releyendo los lugares descritos por Chateaubriand, por Baudelaire y Benjamin, Marc Augé abre nuevas perspectivas para conceptualizar una antropología de la sobremodernidad, que podría ser también una etnología de la soledad de la condición humana contemporánea.
Los no-lugares
Así, al definir el lugar como un espacio en donde se pueden leer la identidad, la relación y la historia, propuso llamar no-lugares a los espacios donde esta lectura no era posible.
Estos espacios, cada día más numerosos, son:
• Los espacios de circulación: autopistas, áreas de servicios en las gasolineras, aeropuertos, vías aéreas…
• Los espacios de consumo: super e hypermercados, cadenas hoteleras.
• Los espacios de la comunicación: pantallas, cables, ondas con apariencia a veces inmateriales.
Podemos pensar, por lo menos en un primer nivel de análisis, que estos nuevos espacios no son lugares donde se inscriben relaciones sociales duraderas, los individuos se mueven sin relacionarse, ni negociar nada, pero obedecen a un cierto número de pautas y de códigos que les permiten guiarse, cada uno por su lado.
En segundo lugar es necesario aclarar que la oposición entre lugares y no-lugares es relativa.
¿Podría sentir el arribo a un no-lugar un argentino que retornaba por Ezeiza en 1983 después del exilio?
Varía según los momentos, las funciones y los usos. Según los momentos: un estadio, un monumento histórico, un parque, un aeropuerto, una estación de tren no tienen ni el mismo cariz, ni el mismo significado de día o de noche, en las horas de apertura y cuando están casi desiertos. Es obvio. Pero observamos también que los espacios construidos con una finalidad concreta pueden ver sus funciones cambiadas o adaptadas.
Finalmente, está claro que es también el uso lo que hace el lugar o el no-lugar: el viajero de paso no tiene la misma relación con el espacio del aeropuerto que el empleado que trabaja allí cada día, que encuentra a sus colegas y pasa en él una parte importante de su vida.
Texto basado en:
Antropología del Diseño/ Prof. Pedro Soza - Rodolfo Philippi
Libro: Los no lugares
Internet: http://caosmosis.acracia.net/
Marc Augé acuñó la frase "no-lugar" para referirse a los lugares de transitoriedad que no tienen suficiente importancia para ser considerados como "lugares". Los no lugares no existían en el pasado. Son espacios propiamente contemporáneos de confluencia anónimos, donde personas en tránsito deben instalarse durante algún tiempo de espera, sea a la salida del avión, del tren o del metro que ha de llegar.
Los no lugares serían entonces series idénticas, reproducidas modularmente en cualquier lugar del mundo, sin raíces que lo vinculen a su territorialidad.
Apenas permiten un furtivo cruce de miradas entre personas que nunca más se encontrarán.
Los no lugares convierten a los ciudadanos en meros elementos de conjuntos que se forman y deshacen al azar y son simbólicos de la condición humana actual y más aún del futuro. El usuario mantiene con estos no lugares una relación contractual establecida por el billete de tren o de avión y no tiene en ellos más personalidad que la documentada en su tarjeta de identidad. Atento al uso de las palabras, releyendo los lugares descritos por Chateaubriand, por Baudelaire y Benjamin, Marc Augé abre nuevas perspectivas para conceptualizar una antropología de la sobremodernidad, que podría ser también una etnología de la soledad de la condición humana contemporánea.
Los no-lugares
Así, al definir el lugar como un espacio en donde se pueden leer la identidad, la relación y la historia, propuso llamar no-lugares a los espacios donde esta lectura no era posible.
Estos espacios, cada día más numerosos, son:
• Los espacios de circulación: autopistas, áreas de servicios en las gasolineras, aeropuertos, vías aéreas…
• Los espacios de consumo: super e hypermercados, cadenas hoteleras.
• Los espacios de la comunicación: pantallas, cables, ondas con apariencia a veces inmateriales.
Podemos pensar, por lo menos en un primer nivel de análisis, que estos nuevos espacios no son lugares donde se inscriben relaciones sociales duraderas, los individuos se mueven sin relacionarse, ni negociar nada, pero obedecen a un cierto número de pautas y de códigos que les permiten guiarse, cada uno por su lado.
En segundo lugar es necesario aclarar que la oposición entre lugares y no-lugares es relativa.
¿Podría sentir el arribo a un no-lugar un argentino que retornaba por Ezeiza en 1983 después del exilio?
Varía según los momentos, las funciones y los usos. Según los momentos: un estadio, un monumento histórico, un parque, un aeropuerto, una estación de tren no tienen ni el mismo cariz, ni el mismo significado de día o de noche, en las horas de apertura y cuando están casi desiertos. Es obvio. Pero observamos también que los espacios construidos con una finalidad concreta pueden ver sus funciones cambiadas o adaptadas.
Finalmente, está claro que es también el uso lo que hace el lugar o el no-lugar: el viajero de paso no tiene la misma relación con el espacio del aeropuerto que el empleado que trabaja allí cada día, que encuentra a sus colegas y pasa en él una parte importante de su vida.
Texto basado en:
Antropología del Diseño/ Prof. Pedro Soza - Rodolfo Philippi
Libro: Los no lugares
Internet: http://caosmosis.acracia.net/
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